En los años 30, el científico Masanobu Fukuoka se dio cuenta que la mayoría de los trabajos agrícolas eran innecesarios, destructivos para la naturaleza y engorrosos para las personas, por lo que ideó un método sostenible de agricultura que no necesitase de ese gran esfuerzo. Lo aplicó a los campos de arroz japoneses, y consiguió cosechas más abundantes sin necesidad de inundar los campos. Recogió sus experiencias en La revolución de una brizna de paja. Los últimos años de su vida los dedicó a un proyecto de regeneración de los desiertos (Sembrando en el desierto).
En los años 70 Bill Mollison y Davis Holmgren, fueron los primeros en emplear el término “permacultura”, que definieron como "el diseño consciente de paisajes que imitan los patrones y las relaciones de la naturaleza, mientras suministran alimento, fibras y energía abundantes para satisfacer las necesidades locales”. Ponen como ejemplo el ecosistema de un bosque sano: las hojas caídas, ramas y cortezas fertilizan el suelo; cobijan a animales depredadores de insectos dañinos; los árboles dan sombra a los arbustos y plantas más bajas.
La permacultura se basa en el cuidado de la tierra, en el cuidado de las personas y en la repartición justa.
Para aplicarlo a nuestra huerta, nos ayudó mucho la experiencia de Estela, de VidaVerdi. También aprendimos mucho de todos los vídeos disponibles en YouTube. Partíamos de la ventaja de conocer el terreno: inicio y fin de las heladas, lugares que reciben más sol en verano y en invierno, los fuertes vientos que a veces azotan la zona. Seleccionamos los cultivos intentando crear asociaciones beneficiosas y sembrando también flores que atraen polinizadores e insectos depredadores de plagas como el pulgón. Para organizar el huerto nos ha venido muy bien el planificador de VidaVerdi.
Para reducir el volumen de basura ya habíamos empezado a compostar las sobras, por lo que pronto tendremos nuestro propio compost natural. Contábamos con abono natural de los caballos (cuando pasa un año parece tierra). También teníamos una alberca, para recoger el agua de lluvia y de las capas freáticas que creaban inundaciones, por lo que enseguida pudimos empezar a regar con agua natural, sin aditivos.
Aprovechamos los meses de confinamiento, en que no podíamos salir de la casa, para empezar nuestro bosque comestible en el jardín del Molino. Y en verano ya hemos podido recoger las verduras del huerto para las comidas.
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